Autores: Jesús Fernando Manzano Roa y Julio Cesar Martínez Martínez
Institución: Universidad Pedagógica Nacional.
Ciudad de México.
Ciudad de México.
Escrito para: XXVIII CONGRESO ALAS – RECIFE (ARGENTINA)
LA INTERVENCIÓN EDUCATIVA EN MÉXICO.
Como profesión reciente, la Intervención Educativa en nuestro país ha
enfrentado numerosos problemas relacionados con la naciente construcción de su
campo de acción profesional; esto ha obligado a recuperar los análisis y
aportes de la Pedagogía Social como parámetro para orientar su trabajo. En este
sentido, la línea de desarrollo que ha cobrado mayor fuerza, es la generación de
proyectos de educación no formal con un enfoque flexible, dirigidos
primordialmente a sectores sociales vulnerables, en los que, a partir de
acciones educativas acordes con el contexto, se ofrece la posibilidad de su
“integración” al desarrollo social.
La Intervención Educativa en
México como profesión emergente, es planeada como un proyecto académico
orientado a la formación de profesionales de la educación
que mediante su ejercicio profesional promuevan la integración
de los distintos sectores sociales a las formas y maneras de ser
ciudadano, como el prototipo ideal concebido desde el ámbito institucional con
un enfoque Humanitarista, que a juicio de quien escribe, plantea procesos
distantes a la realidad de las personas que supone son el objeto de su
trabajo, pues resulta evidente el enfoque integrador y la visión lineal que
alimenta la idea de acercar acciones educativas bajo el prototipo de la escuela
“convencional” a grupos sociales heterogéneos, con una concepción de la
educación alienante, reproductora, determinista y de carácter inmediatista, que
como parte del ejercicio del poder institucional, fomenta el
asistencialismo como triunfo para la promoción política de los proyectos
gubernamentales, pero que resulta de nula significancia para la sociedad, en
gran medida, por la incapacidad de que tales acciones respondan a la realidad
de la gente en su vida y entorno.
Es claro entonces, el deseo de contribuir mediante este trabajo a consolidar a la Intervención Educativa, desde una visión crítica y humanista, que supere el simplismo con el que se ha atendido al sector adulto en su proceso educativo, y concrete ideas, reflexiones, estrategias,… que permitan involucrar al interventor como el actor social capaz de reconocer la importancia del “otro” en su espacio y su realidad, como el medio de un acercamiento no violento que acepte, respete y valore los entornos donde se desarrolla la vida individual y social, en pro de un humanismo que supere el discurso y la retórica, y se materialice en un compromiso “mutuo”. Definiendo de esta forma el sentido político de nuestro trabajo, que se sustenta en la comunicación y el reconocimiento (con y del otro) para el propósito de educar con un carácter crítico y transformar la realidad; en ello, el entorno como forma construida, contribuye a lograr tales intenciones.
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