DE LA INTERVENCIÓN EDUCATIVA EN MÉXICO


“ En México la Intervención Educativa como profesión es planteada como un proyecto perentorio; el perfil académico busca la generación de proyectos de educación no formal con un enfoque flexible, atendiendo primordialmente a sectores sociales vulnerables, en los que, a partir de acciones educativas acordes con el contexto se ofrece la posibilidad de su integración al desarrollo social; orientado a la formación de profesionales de la educación que mediante su ejercicio integren a los distintos sectores sociales a las formas y maneras de ser ciudadano; como el prototipo ideal concebido desde el ámbito institucional con un enfoque Humanitarista, que a nuestro juicio, plantea procesos distantes a la realidad de las personas que supone son el objeto de su trabajo, pues resulta evidente el enfoque integrador y la visión lineal que alimenta la idea de acercar acciones educativas bajo el prototipo de la escuela convencional a grupos sociales heterogéneos, con una concepción de la educación alienante, reproductora, determinista y de carácter inmediatista, que como parte del ejercicio del poder institucional, fomenta el asistencialismo como triunfo para la promoción política de los proyectos gubernamentales, pero que resulta de nula significancia para la sociedad, en gran medida, por la incapacidad de que tales acciones respondan a la realidad de la gente en su vida y entorno.”


“Ha sido claro que al igual que en la educación formal, la llamada también Educación Social, es fidedigna copia de los vicios de la educación clásica dirigida masivamente a los niños, que funciona de manera mecánica, limitada a la reproducción social, de la cual metafóricamente pensadores como Paulo Freire compararan con un depósito bancario que en lugar de dinero acumulaba información inaccesible hasta para el mismo sujeto, quien tiene una nula participación y es subordinado por un educador poseedor, dador único y legitimador del conocimiento, y un educando pasivo receptor del mismo, planteando la relación de poder y subordinación entre quien supuestamente sabe y quien no; llegando al grado de simular no sólo las prácticas, sino los espacios para el desarrollo de estos procesos que se esfuerzan por reconstruir el clásico salón de clases, abriendo con ello, un brecha que separa los proyectos educativos y su población objetivo de su contexto y realidad, aniquilando la oportunidad de educar para transformar. 


Ante los errores cometidos en el impulso de la educación, planteamos la necesidad de responder con proyectos educativos que reconozcan a los sujetos como parte de una realidad social, en un entorno determinado y con características particulares, con necesidades educativas distintas, y para lo que se necesita, más que de un profesor con pretensiones de imponer una visión de mundo, de un responsable que acompañe a las personas en sus procesos, que busque la reflexión y que junto con el otro (quien es el que da sentido a su trabajo), construyan posibilidades de solución, apegadas a sus aspiraciones y que signifiquen un beneficio para ambos. 


La intervención educativa implica dos posibilidades en su ejercicio, la primera que es una condición dada por la práctica profesional desprovista de la reflexión sobre su sentido, y la segunda, que se desarrolla como una praxis profesional y que tiene clara su trascendencia y su capacidad transformadora, que busca ante las contradicciones de la realidad (pobreza, marginación, opresión, desigualdad,…) restablecer la condición humana.

J. FERNANDO MANZANO ROA 
JULIO CESAR MARTÍNEZ 

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